Suplementos nutricionales a los 65 años

Vamos a definir el envejecimiento como el efecto que produce el paso del tiempo sobre el organismo. Afecta a todos los seres vivos y, en la actualidad, es inevitable. Sin embargo, una alimentación equilibrada y la práctica regular de ejercicio físico, constituyen las bases para desarrollar un envejecimiento saludable. Lógicamente, la causa del envejecimiento es multifactorial y la velocidad a la que se produce depende de la genética del organismo y de las enfermedades que padecemos a lo largo de la vida, pero el observar unos hábitos de vida adecuados son determinantes a este respecto.

A pesar de que se considera “tercera edad” a la etapa de la vida que sigue a la madurez, lo que se corresponde con los 65 años, cada vez hay más ejemplos en nuestra sociedad de que esto no es del todo real.

Los sistemas de salud de calidad, junto con la adquisición de unos hábitos de vida correctos, promueven un bienestar físico y proporcionan un envejecimiento saludable, de modo que un importante número de personas con una edad en torno a los 65 años no puedan considerarse como personas de edad avanzada.

Es innegable que al envejecer, la fisiología de los diferentes órganos y sistemas de nuestro cuerpo sufre un deterioro y un peor rendimiento. La caída de los niveles hormonales nos provoca sarcopenia (pérdida de masa muscular) y osteoporosis (menos densidad ósea). El patrón de distribución de la grasa corporal también se altera y hay una redistribución de grasa que nos aleja de los parámetros de una estatua griega o renacentista. Además, los órganos de los sentidos pierden eficacia y los distintos aparatos del organismo (digestivo, urinario, cardiovascular, etc.) se ven afectados. Pero afortunadamente, el estilo de vida, la alimentación y el ejercicio físico tienen mucho que decir sobre esto.

Alimentación a partir de los 65 años

Las necesidades calóricas disminuyen frente a las personas jóvenes; sin embargo, deben de adecuarse a la actividad física y al gasto calórico de cada persona. Una dieta con una proporción en torno al 55% de hidratos de carbono complejos a base de legumbres, hortalizas, verduras y cereales se digiere de una manera más lenta y gradual.

La Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) propone un consumo de proteínas de entre 0,8 y 1 g/kg de peso y día para un adulto. Sin embargo, y aunque hay circunstancias en las que estas necesidades pueden estar aumentadas, hay que considerar también el estado de la función hepática y renal.

En cuanto a las grasas, hay que implementar el consumo de grasas saludables con un aporte no inferior al 30% de las calorías totales.

Los suplementos: ácidos grasos omega-3

Los ácidos grasos poliinsaturados de la serie omega y en concreto los omega-3 (EPA y DHA, principalmente) ejercen un efecto notable sobre la salud. Si bien, de vez en cuando aparecen informaciones contradictorias, en el envejecimiento tienen especial interés. 

El “inflammaging” o inflamación relacionada con la edad, provocada por la aparición de mediadores inflamatorios en el organismo, nos hace envejecer. Los ácidos grasos omega-3 promueven la formación de sustancias lipídicas que resuelven la inflamación. Se denominan resolvinas, protectinas, neuroprotectinas y maresinas, y se producen a partir del EPA y DHA. La dosis de empleo para trabajar sobre esta inflamación latente está entre 1 y 2 g/día de EPA y DHA.

Las vitaminas y los minerales

Es bastante habitual la aparición de carencias vitamínicas en personas de edad avanzada. La causa es diversa, desde una nutrición inadecuada a un mal funcionamiento del tracto digestivo, que dificulta la correcta absorción de nutrientes. Son especialmente frecuentes la carencias de vitamina C, de vitaminas del grupo B (especialmente B12 y ácido fólico) y también de la vitamina D. La repercusión sobre la salud de la avitaminosis puede llegar a ser tremendamente trascendente.

En cuanto a los minerales, el déficit de calcio, hierro y zinc es relativamente frecuente en las personas mayores llevando a situaciones de osteoporosis, anemia o un mal funcionamiento del sistema inmunológico.

La regulación del tránsito intestinal y el aporte de agua

El ejercicio físico y una dieta rica en fibra de alta y de baja viscosidad, junto con la adecuada ingesta de agua, normalizan el tránsito intestinal y previenen el estreñimiento que suele ser frecuente en este grupo poblacional. 

Además, suele haber una ingesta de agua inadecuada, por debajo de las necesidades que requiere el equilibrio hídrico, lo que lleva a la deshidratación. Se recomienda una toma diaria de entre 1 y 1,5 litros de agua al día.

Conclusión

Una dieta que cubra las necesidades diarias de nutrientes, junto con la práctica regular de ejercicio físico moderado, son fundamentales para el desarrollo de un envejecimiento saludable y, aunque no detiene el paso del tiempo nos ayuda a ser jóvenes de 65 años, y de 66 y de….pongan ustedes la edad.